De 1985 a 2015 el Área Metropolitana de Guadalajara ha tenido un incremento de área urbanizada de más 200 por ciento; un crecimiento a un ritmo insostenible que continúa.
Esta situación evidencia la falta de compromiso ambiental incluso a nivel de políticas de crecimiento urbano, por lo que es propicio un espacio educativo y cultural para reconocer, estudiar y accionar un desarrollo amigable con la naturaleza.
Ese es uno de los objetivo del Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara (UdeG), como explica su director, Eduardo Santana Castellón.
¿Pero cómo se logrará esa idea? El investigador asegura que con base en la experiencia que la Universidad ha logrado con uno de los grandes proyectos de protección ambiental en Jalisco: la Reserva de la Biósfera de la Sierra de Manantlán.
Dicha zona natural está ubicada en la confluencia de las regiones Sur, Costa Sur y Sierra de Amula de Jalisco, a lo largo del Río Ayuquila (Río Armería cuando desemboca en Colima).
«Es el primer museo de historia natural, en el mundo, que se define y toma como modelo una reserva de biósfera», explicó.
Un museo que nace de la protección ambiental
En los años 80 la Biósfera de la Sierra de Manantlán la impulsó la UdeG y en 1987 fue decretada por el gobierno de Jalisco.
Todo nació de la creación de la estación científica Las Joyas con mil 245 hectáreas (en 1984); luego el Instituto Manantlán (1985) y el decreto de la reserva en 1987.
Actualmente ahí se trabaja en la protección del bosque y sus especies animales, vegetales y hongos, a través de proyectos de investigación que se emprenden desde el Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSur).
Pero la Universidad no trabaja sola, en la biósfera los trabajos se realizan de la mano con habitantes de la zona, con productores e incluso con instancias de los gobiernos municipales (Autlán de Navarro, El Grullo, Tuxcacuesco, Cuautitlán de García Barragán y Cuautitlán).
Entre los proyectos que se han logrado por más de tres décadas, están descubrimientos de especies de plantas, monitoreo de felinos y otros mamíferos, manejo de desechos con comunidades indígenas y programas comunitarios.
«(Gracias al éxito) la reserva catalizó a que se creará la Junta Intermunicipal de Medio Ambiente del Río Ayuquila (JIRA), que a su vez catalizó a que hoy en todo Jalisco haya juntas intermunicipales que tiene toda una serie de bondades».
Y este ejemplo de Jalisco, de tener juntas intermunicipales donde se trabajan proyectos en pro del desarrollo sostenible, se exporta al país y otras partes del mundo, pues lo han reconocido instancias como la ONU.
Por ello, al estar basado en la Reserva de la Biósfera de Sierra de Manantlán, la semilla que dio origen a la organización coordinada, el Museo de Ciencias Ambientales contribuirá ambientalmente pero ahora en la capital de Jalisco.
«El Museo será un catalizador, pero ahora en la ciudad de Guadalajara, que ha tenido un incremento de área urbanizada de 22 mil 329 hectáreas, en 1980, a 69 mil 250 hectáreas, en 2015«, detalló Santana Castellón.
Si hubiera que hacerlo equivalente, «el museo (1.9 hectáreas) correspondería a la estación científica Las Joyas (1,250 hectáreas)».
«La Reserva de Manantlán (140 mil hectáreas), al Centro Cultural Universitario».
«La JIRA (421 mil hectáreas), al Distrito Cultural de Zapopan (456 hectáreas)».
Ante el pronóstico de que para 2050, 75 por ciento de la población global vivirá en ciudades, es urgente que se sigan generando proyectos que atiendan la serie de decisiones humanas que impactan el medio ambiente, aseguró el director del museo.
Recalcó que el museo contribuyó, a que esta zona de Zapopan haya recibido la certificación de Polígono Urbano Estratégico por parte de una veintena instancias federales, entre ellas SEMARNAT, SEP, SENES, SEDESOL, SEDATU, SENER, CONAVI, SEDATU, SHCP, SAGARPA, Infonavit y Banobras.
También estimó que medio millón de visitantes anuales llegarían a visitar el museo, lo que implicaría también un motor económico para la ciudad.
Universidad con activismo ambiental
Recordó que en el pasado la UdeG se ha distinguido por el rescate de áreas naturales, que se remonta incluso a 1925, cuando el entonces gobernador de Jalisco y refundador de la Casa de Estudio, José Guadalupe Zuno, imprimió la vocación ambiental.
«Zuno imprime un sello de activismo en conservación de la naturaleza y aplicación de la ciencia».
«Trabajó con el presbítero Severo Díaz Galindo, manteniéndolo como director del primer Instituto de Investigación de Astronomía y Meteorología de la UdeG, y con ayuda de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística salvan el Lago de Chapala, pues lo iban a drenar para hacer una planta eléctrica».
«La UdeG también logró el decreto de protección del Bosque de la Primavera diez días antes de que muriera José Guadalupe Zuno», quien lo impulsó.
Así como «El Parque Agua Azul, el Bosque el Centinela, la creación de la estación científica Las Joyas y la Reserva de la Biósfera de la Sierra de Manantlán».
Recordó que dos grandes figuras de la investigación ambiental, como Luz María Villarreal de Puga y Enrique Estrada Faudón, han sido pilares para la promoción del Museo de Ciencias Ambientales.