El Teatro Degollado está lleno a reventar: desde los palcos terceros hasta luneta, no se ve ni un hueco en las butacas. En la puerta hay gente preguntando a todo mundo si no le sobra un boleto. La luz del mediodía se cuela por las troneras del techo y alcanza a iluminar el mural de la bóveda, el limbo de Dante. Entonces se abre el telón y el humo de copal llena el escenario, mientras los concheros sacuden sus polainas de cascabel y giran sus penachos: una danza de ofrenda para los dioses aztecas primero, para la Guadalupana ahora.
Al igual que las otras 25 del repertorio del Ballet Folclórico, esta coreografía es una adaptación fiel a lo que todavía se baila en las fiestas tradicionales de pueblos y barrios: para montarla han tenido que ir ahí el director y el subdirector de la compañía, Carlos Ochoa y Fernando Delgadillo, han aprendido los movimientos y los significados in situ, han encargado los vestuarios originales, han traído a los maestros de cada región, han reproducido la música y conseguido los instrumentos, han grabado todos los detalles.
Mientras en los camerinos se apresuran los bailarines a cambiar huaraches por botines, sombreros de paja por otros de paño, calzones de manta por pantalones de charro y faldas floreadas por vestidos de holanes, sobre las tablas se planta el coro para cantar corridos revolucionarios y cristeros, y canciones típicas de Nayarit, Chiapas, Veracruz, Tamaulipas y Jalisco. Con cada cuadro de guerra, heroísmo, amor, cortejo y faena campesina, el público estalla en sentimiento y aplausos desbordados sin distinción entre locales y extranjeros.
Aquí está la verdadera celebración patria: floreos de enaguas, taconazos en la duela, malabares de machetes, besitos escondidos tras el sombrero y el tarareo de la gente que sigue emocionada al marichi en su popurrí de sones, demuestran que no hacen falta el mote ni la excusa del Bicentenario para conservar y honrar nuestra tradición.
Los precios de las localidades van de los 80 a los 300 pesos y se pueden adquirir a través del sistema Ticketmaster o en las taquillas del teatro.
