Raúl E. Rodríguez Monsiváis*
Muchos de nosotros nos habremos, quizá, encontrado alguna vez en la situación en que al realizar alguna solicitud nos dirigimos a las personas con una construcción lingüística del tipo: “Venía a pedir información acerca de las tarjetas de crédito con las que cuentan”, y que nos respondan: “¿Venía o viene?”. Lo mismo cuando preguntamos: “Quería saber si ofrecen alguna tarjeta en la que no haya que pagar anualidad”, y la respuesta sea un “¿quería o quiere saber?”.
En una situación de ese género nuestro primer pensamiento es que estamos haciendo algo mal, un uso incorrecto de la lengua, nos hacen sentir incompetentes sobre el empleo de nuestro propio idioma. Exagerando un poco y aludiendo al célebre Vargas Llosa cuando se refirió al modo en que los jóvenes usan el lenguaje en internet, sentimos repentinamente que si hablamos así, es que pensamos así y si pensamos así es que pensamos como un mono. Sin embargo, las cosas no son de esta manera.
Recientemente estuve a punto de caer en ese juego. Llegué al banco, me acerqué a uno de los empleados que están detrás de los escritorios atendiendo a los clientes, y dirigiéndome a él enuncié: “Venía a pedir información acerca de la tarjeta de crédito que me han estado ofreciendo”, a lo que el chico, con una pequeña sonrisa, respondió: “¿Venía o viene?”. Yo reaccioné con otra cuestión: “¿Cuál es la diferencia?”. El joven, con bastante seguridad, contestó: “Bueno, ‘venía’ es en pasado”. Entonces, le dije: “No, el pasado es ‘vine’”. Se quedó un poco contrariado, pensativo y sonriendo expresó: “Es verdad”. Finalmente, ambos reímos y continuamos con el asunto al que iba, no pasó a más, el intercambio se llevó a cabo amistosamente y, en gran medida, a manera de broma. Pero, veamos qué es lo que ocurre cuando usamos ese tipo de construcciones.
Analizando lingüísticamente ese pequeño evento se reconoce que en él inciden diferentes operaciones lingüísticas, entre ellas la de persona gramatical, el tiempo verbal, la cortesía, la relación distancia-cercanía comunicativa entre los interlocutores y los actos de habla.
De acuerdo a la clasificación de los actos de habla propuesta por J. Searle se trata de una solicitud y ésta está incluida dentro de los actos directivos, que además incluye otros actos de habla tales como las preguntas, las órdenes, los reclamos, los ruegos, las invitaciones y los consejos, entre otros. Es importante hacer notar que solicitar y ordenar forman parte de la misma familia de actos de habla, razón por la que eventualmente no podría ser tan claro ante qué tipo de acto de habla estamos y haciendo pequeños movimientos lingüísticos podemos estar más en uno que en otro. Basta, por ejemplo, que en lugar de solicitar al mesero mediante el enunciado “quería ordenar una cerveza” se emita simplemente “tráigame una cerveza” o “le ordeno una cerveza”. Sin embargo, con estos dos últimos enunciados se pueden producir problemas de comunicación, el mesero se puede disgustar por la forma en que le estamos pidiendo la cerveza; imagínese ahora, querido lector, lo que sucedería si llegamos con una secretaria del IMSS profiriendo “dame una cita con el médico” o, peor aún, “te ordeno que me des una cita con el médico”.
Una característica central de los directivos, en general, y, en particular de las solicitudes y órdenes, radica en la intención por parte del hablante de modificar la conducta del oyente, es decir, que el oyente haga algo directamente relacionado con lo dicho por el hablante. Por esta razón, se debe ser muy cuidadoso en la manera de dirigirse al oyente, ya que en el intento de llevar esto a cabo se corre el riesgo de crear fricciones comunicativas que impidan el logro de los objetivos del hablante.
Para evitar estos problemas es que interviene la cortesía verbal que regula la distancia o cercanía entre interlocutores.
En ciertas situaciones la distancia comunicativa puede evitar estos conflictos, lo importante es respetar el valor y la estima del interlocutor. Así, si a una persona desconocida o a una de un mayor rango que el hablante, en una relación social que supone jerarquía, se le habla con demasiada confianza, familiaridad o cercanía implicará un comportamiento descortés, de la misma manera que si a un amigo en una situación cotidiana o cualquiera con el que mantenemos una relación horizontal le hablamos de una manera muy formal, ya que es de este modo como se establecen prototípicamente las relaciones de distancia. Con la cortesía se evita ser grosero, violento u ofensivo, y se pretende más bien mostrar atención, respeto o afecto hacia la persona que nos dirigimos.
Insisto, la cortesía es una especie de acción preventiva destinada a contrarrestar la fricción siempre presente de manera potencial entre interlocutores. La cortesía es algo que el oyente capta a partir de la conducta intencional del hablante y donde éste se sirve de un gran repertorio de recursos gramaticales para manifestarla, entre estas técnicas se encuentran la operación lingüística de persona, tradicionalmente categoría gramatical de persona y el tiempo verbal.
Con persona gramatical se hace referencia a los componentes fundamentales del acto comunicativo: quién habla, a quién se habla, de quién se habla; o bien, el hablante, el oyente y otros referentes. Prototípicamente son los pronombres personales los que realizan la función de identificar a estos constituyentes. Sin embargo, no son las únicas técnicas con que cuenta la lengua para identificar a los participantes del evento comunicativo ni los pronombres personales sólo toman como referentes a estos participantes, pero no es este el lugar para entrar en detalles al respecto.
Los pronombres personales son yo, tú, él, nosotros, ustedes y ellos. Con el uso de algunos de estos pronombres también podemos establecer cercanía y distancia comunicativa con nuestro interlocutor. Este gradiente que va de cercanía a distancia se muestra cuando, por ejemplo, el médico hace uso de la segunda persona del singular dirigiéndose a su paciente: “Te va a molestar durante dos días”, aquí el médico muestra bastante familiaridad con el paciente, a diferencia de cuando usa la primera persona del plural: “Nos va a molestar durante dos días”, en este caso el médico se acerca al oyente mediante empatía, pues es éste quien tendrá la molestia, no el médico; mayor distancia se muestra cuando se usa una construcción en tercera persona: “Le va a molestar durante dos días”, y, por último, la mayor distancia se logra mediante una construcción impersonal: “Va a molestar durante dos días”.
En el habla cotidiana, el pronombre personal más usado para mostrar cortesía y distancia es el de segunda persona del singular honorífica “usted”, acompañada de la flexión de tercera persona del singular, esto es, aunque con el uso de este pronombre se identifica al oyente, la flexión verbal es de tercera persona. De hecho, a la persona que nos pregunta “¿venía o viene?”, antes que por el tiempo verbal le podríamos preguntar “¿quién venía o viene?”, ya que no pregunta “¿venías o vienes?”. Tal vez reconozca que se dirige a una tercera persona o que se trata de la segunda persona honorífica, y con ello tomaría conciencia de que sólo estamos intentando ser corteses y de mantener distancia.
Por último, en cuanto al tiempo verbal, tradicionalmente se ha mantenido que sirve para localizar los acontecimientos respecto al momento en que se habla, ya sea anterior, simultáneo o posterior al acto de emisión. Sin embargo, los tiempos verbales no siempre localizan los acontecimientos en el tiempo que gramaticalmente expresan ni sirven sólo para indicar temporalidad.
Relativo al primer señalamiento, pensemos tan sólo en los siguientes casos: “Vengo en el camión” expresa tiempo presente porque se enuncia simultáneamente mientras se va en el camión; pero “vengo el martes para entregarte el libro”, aunque el verbo está en presente, enuncia un evento futuro y con “vengo todos los martes” se expresa un suceso habitual, que se repite.
Respecto a la segunda afirmación, el tiempo verbal es un recurso para manifestar el acto de habla que se está ejecutando, como una orden y ésta se puede realizar tanto en presente, por ejemplo, “vienes, comes y te vas”, como en futuro: “vendrás hoy mismo a verme. ¡Como lo oyes: hoy mismo vendrás!”.
En cuanto a “vine”, está en pretérito perfecto simple, y con él se hace referencia a un evento acaecido en el pasado, delimitado y terminado. En oposición, “venía” se trata del copretérito, también conocido como pretérito imperfecto, con éste el proceso descrito se presenta en curso sin tomar en cuenta el comienzo ni el final, esto es, no delimitado y requiere que se vincule con otra situación pasada que puede expresarse con otro pretérito, por ejemplo, “venía a Guadalajara pero un accidente en la carretera me impidió llegar”, algo que no se puede en el primer caso “*vine a Guadalajara pero un accidente en la carretera me impidió llegar” (entonces, no viniste).
El pretérito imperfecto también se ha llamado onírico o de figuración, así como lúdico, ya que es el que se usa en esas situaciones, como en “soñé que estaba en el hospital y usted venía a verme” o cuando los niños juegan “que estábamos en el mar y yo venía de una isla…”. Se trata siempre de situaciones hipotéticas o irreales. Este rasgo se hereda cuando se usa este tiempo verbal para expresar cortesía y con ello establecer cierta distancia comunicativa con nuestro interlocutor. En estos casos el pretérito imperfecto se interpreta como presente, aunque mediante él se presentan situaciones reales como si no lo fueran, como si fueran ficticias, es decir, sucesos alejados de la realidad con el propósito de suavizar la solicitud y con ello evitar ser groseros, bruscos u ofensivos.
En consecuencia, cuando al realizar una solicitud usando la fórmula “venía” o “quería”, la persona a quien nos dirigimos intenta mostrar un error nuestro atendiendo a los tiempos verbales y descuidando, a su vez, la persona gramatical expresada mediante la flexión, lo que realmente está ocurriendo es que esa persona no está captando nuestra intención de ser corteses, pese a que estamos empleando algunos de los recursos que la lengua nos ofrece para ello.
*Departamento de Filosofía. Universidad de Guadalajara