Vital recibir atención hospitalaria oportuna ante síntomas de COVID-19

En la mayoría de los casos se acude a los nosocomios de forma tardía, lo que complica el tratamiento

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La recomendación para las personas que no han requerido hospitalización es medir la oxigenación al menos por la mañana, tarde y noche. Foto: Archivo UdeG

Contar con una oxigenación por debajo del 90 por ciento, presentar dificultad para respirar, tener más de sesenta años, padecer diabetes o hipertensión, son indicadores de que un paciente con COVID-19 necesita atención hospitalaria y recurrir a ella de manera oportuna puede salvar vidas.

Pedro Martínez, integrante de la Sala de Situación en Salud por COVID-19, de la Universidad de Guadalajara (UdeG), informó lo anterior y explicó que la enfermedad tiene tres fases; la primera de ellas es la etapa viral, donde se quedan el 85 por ciento de los pacientes y que consiste en una semana donde no se pueden presentar síntomas o presentar de forma leve como tos, dolor de garganta, fiebre, dolor de cabeza.

Un 15 por ciento pasan a la etapa pulmonar, se ponen graves, son quienes tienen más de 60 años, tienen diabetes, hipertensión, son transplantados, entonces ahí en la segunda semana es realmente lo peligroso, es cuando el paciente empieza a sentir falta de aire y oxigenación menos del 90 por ciento, en ese momento se clasifica como COVID grave y debe acudir al hospital”, señaló.

Lamentó que una de las explicaciones por las cuales a México le va tan mal en general, en comparación a otros países del mundo, es porque el paciente promedio empieza con fiebre y piensa que no es COVID-19, sino una gripe o dengue.

“Gran parte del retraso en el tratamiento y de acudir a los servicios de urgencia es porque no se diagnostica COVID desde el principio, hay una negación no solamente del paciente, sino muchas veces del médico de primer contacto». 

«Todo paciente que tenga fiebre y dolor de garganta o síntomas respiratorios, antes de pensar que es una gripe, influenza o dengue, se tiene que pensar en COVID y diagnosticar o descartar la enfermedad”.

El especialista indicó que entre más rápido se diagnostica el COVID-19 y sea antes de la segunda semana, que es cuando empiezan las complicaciones, se tiene un mayor margen de maniobra para tener tratamientos oportunos a diferencia de cuando llegan en la segunda o tercera semana.

“Ante la influenza con el tratamiento generalmente al día siguiente se te quita, una infección bacteriana de garganta al segundo o tercer día respondemos al tratamiento, y el COVID las molestias persisten muchos días, esas también pueden ser algunas señales”, apuntó.

En cuanto a la importancia de monitorear la oxigenación en la sangre dijo que hay signos y síntomas. Síntomas son los que siente el paciente y signos los que el médico observa y mide objetivamente y, muchas veces, puede haber sensación de falta de aire, sin que baje la oxigenación, lo cual no es peligroso, pero en ocasiones puede ser lo contrario, y esa es una señal de alarma.

Que tengas una oxigenación de menos del 90 por ciento es grave, te falte o no el aire, porque hay pacientes muy aguantadores, sobre todo mujeres, que tienen un umbral más alto del dolor y es un signo de gravedad, hay pacientes a los que no les está faltando el aire, pero si están oxigenando abajo del 90 por ciento y eso automáticamente es grave, están pasando la fase pulmonar de la enfermedad y es cuando evidentemente si la tratamos a tiempo tenemos una mejor respuesta”, recalcó.

Informó que los oxímetros disponibles en el mercado son altamente confiables y de ahí la importancia de monitorear este factor desde la primera semana. La recomendación para las personas que no han requerido hospitalización es medir la oxigenación al menos por la mañana, tarde y noche.

“También es recomendable hacer la medición cuando se tenga sensación de falta de aire o fiebre, mientras más continuo, mejor”, dijo.

Recordó que diagnosticar de forma oportuna este padecimiento contribuye a romper las cadenas de contagios, especialmente por las personas asintomáticas que puede contagiar a sus padres o abuelos.

“Gran parte de las personas son asintomáticas y por eso la enfermedad es tan difícil de controlar y estás personas hacen actividades no esenciales y contagian a sus familiares de grupos de riesgo, lamentablemente”, concluyó.

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