Abdelá Taia es un marroquí autoexiliado en París que no se considera ni artista ni intelectual, pero que ha forjado una sólida trayectoria literaria con obras como El que es digno de ser amado, Infieles, y Un país para morir, entre otros.
En sus libros narra una infancia que no olvida; del salto de la pobreza extrema -que vivió en el barrio de Salé, en la ciudad marroquí de Hay Salam-, a convertirse en escritor en lengua francesa y, además, abiertamente homosexual.
Delante de la base había un montón de gente.
-Van a dejarnos entrar a todos, Mustafa, tú crees?
-No está claro. Pero tú y yo vamos a entrar. Los otros nos dan igual, ¿entiendes? Nos acercamos como quien no quiere la cosa y en cuanto el chulo ese del guardia de la puerta levante la barrera, tú y yo nos colamos, si hace falta nos echamos a correr. ¿Vale? Contesta cuando te hablo, no te hagas el blando. Hay que luchar en la vida. Me sigues… (Fragmento de LA PISCINA DE LA BASE MILITAR, Mi Marruecos, 2000).
¿Cómo ha sido la lucha de Abdelá Taia?
Mi lucha esta ligada a la homosexualidad, al interior de esa homosexualidad. Nací pobre y aprendí a luchar con la idea de homosexualidad. Para construir una identidad homosexual encontré los ejemplos alrededor de mí, en la gente que luchaba para sobrevivir. Nunca me desasocié de estas personas, incluso ahora cuando escribo. Los homosexuales no son completamente entendidos en el mundo, pero no es una razón para rechazar a los otros.
En las páginas de sus textos puede descubrirse la «realidad compleja» de la sociedad de Marruecos con su visión de la homosexualidad. Pero él no quiere quedarse con el estatus de víctima, ni llorar toda la vida; quiere vivir. «La vida es una gran lucha, no hay elección». Nadie lo preparó para escribir, sólo estaban sus hermanas y las películas egipcias. «Me hice escritor porque lloré solo durante años y durante todos esos años de lagrimas logré transformar mi capacidad intelectual y la manera de estructurar frases, palabras, textos y finalmente ser escritor».
Para usted ¿escribir ha sido o es una catarsis?
Jamás. Mientras más escribo, la escritura se vuelve más negra. Hay gente que llega a encontrar la paz con la escritura, para mí es lo contrario. La escritura me posee más a mí de lo que yo la poseo a ella.
La catarsis tiene que llegar en la vida real no en la literatura.
«Muchas gracias, buena suerte a ti», dice Taia, en español, a jóvenes que se despiden tras escuchar su charla en la Preparatoria de Tonalá. Toma asiento en las escaleras y deposita en el piso un pequeño obsequio que recibió, para continuar la conversación tras la breve interrupción. Es el 4 de diciembre de 2021.
¿Considera que hay una evolución de la escritura desde su primer libro hasta su publicación más reciente, La vida lenta?
Mucho más escribo, más empleo frases cortas, y me centro en la cuestión del ritmo que en hacer frases bellas. Me harto de escribir en un francés correcto o por lo menos dentro de la tradición literaria francesa. El ritmo cuenta mucho más.
¿Escribirá algún día libros en árabe?
Lo voy hacer, pero todavía no he encontrado la forma de cómo hacerlo. Pienso que la manera en que escribo en francés hay una cosa muy árabe. «Je n’écris pas une française pure» (Yo no escribo en un francés puro) responde mientras se dirige al joven traductor que auxilia para realizar la entrevista. «Je n’aime pas la pureté de la langue» (No me gusta la pureza de la lengua).
¿Cómo hice para construir un nexo de unión entre ese universo de las ideas sofisticadas y mi realidad marroquí tan pobre en aquella época? ¿Cómo hice para no ver todo lo que me estaba perdiendo, lo que estaba matando, eso que sucedía a mi alrededor, en mi verdadera vida cotidiana, y la de mis hermanas? ¿Cómo hace uno para volverse tan ciego, dar todo de uno mismo al otro y a su cultura dominante? (Fragmento de El que es digno de ser amado, 2018).
¿Cómo hace uno para volverse tan ciego, dar todo de uno mismo al otro y a su cultura dominante?
Desgraciadamente el colonialismo y la dominación occidental continúan definiendo muchas cosas en la vida de los excolonizados, ahí todavía el sueño por la libertad no se puede encontrar, sólo en el Occidente y en este Occidente no se preocupan de las personas como nosotros. Y este libro cuenta exactamente esta historia de un marroquí homosexual desencantado con el Occidente y con París. El colonialismo occidental no ha terminado.
¿La lengua excluye a las personas?
Por supuesto, incluso la manera en que uno habla un idioma por los acentos. No es lo mismo como habla español la gente de Guadalajara y en Ciudad de México. Desgraciadamente, la lengua es un espacio de la exclusión.
Después de haber dirigido su filme El ejercito de salvación, ¿qué faceta prefiere: la de escritor o la de cineasta?
La de cineasta porque es el sueño de mi infancia y porque el cine es un arte muy democrático. Todo el mundo puede ver filmes, pero no todo el mundo tiene dinero para comprar libros, y desgraciadamente los libros tienen una visión burguesa. A veces tenemos la impresión de que los libros están hechos para la gente burguesa.
Casi 10 minutos de entrevista fueron suficientes para adentrarse un poco al mundo de Abdellah -«sirviente de Dios», significado de su nombre en árabe-, cuya vida cambió en tres segundos el invierno de 2006, en Marruecos, al hablar en público por primera vez de su homosexualidad y su literatura. Como lo hizo también en esta edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Pues es un convencido de que «la escritura y el arte deben estar aferrados a la vida real«.